El sector de la edificación es uno de los que más contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero y a la actual crisis climática. Así, los edificios son responsables del 36% de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Además, casi el 42% de estas emisiones son consecuencia directa de los procesos de climatización (calefacción y refrigeración). Por otro lado, si tenemos en cuenta todo el ciclo de vida de los edificios, estos consumen el 40% del total de la energía del país.
Por estos motivos, las tendencias actuales de construcción pasan por reducir al mínimo el consumo y las pérdidas de energía, proyectando y construyendo viviendas más estancas y aisladas, con ventanas y puertas de altas prestaciones. De esta manera, se puede conseguir minimizar el gasto y reducir las pérdidas de energía asociadas a la edificación. Sin embargo, si estas nuevas tendencias se imponen, un mayor aislamiento de los edificios puede suponer graves acumulaciones de humedad en los espacios interiores y como consecuencia, la aparición de microorganismos patógenos peligrosos como el moho.
Teniendo en cuenta todo esto, la mejor solución para conseguir viviendas ecológicas, eficientes y saludables es la instalación de sistemas de ventilación mecánica controlada con recuperación de calor, capaces de recuperar gran parte del calor (o el frío) generado en el interior de los edificios y usarlo para mejorar el proceso de calefacción (o refrigeración). Además, evitan la acumulación de humedades insalubres.
A la hora de seleccionar un recuperador de calor para una vivienda, se debe tener en cuenta una serie de condicionantes que faciliten su instalación y aseguren un funcionamiento eficiente, entre los que destacan: